lunes, 1 de septiembre de 2014

ATREZZO




En realidad la vida ocurre en un mismo lugar, lo que cambia es el atrezzo. Digamos que el decorado en el que se lleva a escena nuestra existencia no cambia mucho, incluso si no dejamos de viajar, el plató es una proyección mental, una extensión de uno mismo y sus circunstancias. Lo que varía son los elementos que entran y salen de nuestro escenario vital, que hacen que el lugar parezca otro, pero lo que ha cambiado es la narración, aunque a veces tardemos en percatarnos.

Estas niñas se están sacudiendo la sal y la arena sobre un lanzamisiles. Ellas no lo saben, pero cualquiera que haya vivido en Wonsan en las últimas décadas no podrá verlo de otro modo. Esta ciudad portuaria ha sido desde mediados del siglo XX la cuna del programa antimisiles de Corea del Norte. Allí se encuentra la base de la Marina Popular de Corea, y a pesar de ser conocida como una ciudad secreta, la élite del país acude cada año a pasar las vacaciones en sus aguas cristalinas y extensos bosques de pinos. Ahora se va a convertir en un paraíso turístico internacional.

Es fascinante cómo un fino barniz ornamental puede transformar un lugar a ojos de un recién llegado. Recientemente pasé una temporada trabajando sobre la historia de los Zonians, norteamericanos que vivieron en el Canal de Panamá mientras fue territorio gestionado por dicho gobierno. En esa lengua de agua tropical crecen como setas grandes proyectos urbanísticos y vacacionales o se van marchitando, devoradas por el tiempo y la humedad, antiguas ciudades y bases militares estadounidenses. Es casi imposible imaginar la frenética actividad que tuvo lugar allí, donde EE UU instaló las bases para desplegar su política del Gran Garrote (“habla suavemente y lleva un gran palo, así llegarás lejos”, cita de Roosevelt ), que le llevó a intervenir en más de 50 países durante el siglo XX.


Sin ir más lejos, esta misma playa donde se divierten las niñas fue el lugar donde EE UU ha bombardeado durante más tiempo ininterrumpidamente en toda su historia. Nada menos que 29 meses seguidos en la Guerra de Corea. Ya ven, siempre hay un nuevo atrezzo para el mismo decorado.


FOTOGRAFÍA: © Wong Maye-E/AP


* Columna publicada cada sábado en  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy cierto, y si más personas tomáramos consciencia de ello, nuestro rumbo como sociedad iría tomando otro sentido. Más autocrítico, diría yo.

Nano dijo...

Mejor así que con las bombas ¿no?