- Documenti!
Vinieron a caballo desde Piazza Vittoria. Me habían visto dando vueltas por el parque. Yo los había visto mirandome desde lo alto de sus caballos. Nos cruzamos en la fuente de los jardines de Villa Comunale.
- Documenti!
El que hablaba no era el jefe, su autoridad sin convicción lo delataba.
- Di dove è, lei.
- Spagnolo
Miró un segundo mi dni y, con satisfacción en la cara, como el que ha vencido una partida, exclamó:
- Ah!, nato a Buenos Aires, Argentina.
Y los ojos de su jefe me miraron con desafío, esperando a ver que tenía yo que alegar en mi defensa.
- Si, vero. Sono nato a Buenos Aires
Se miraron y el subordinado se removió en la silla de montar. El caballo también se removió en sus patas delanteras.
- E cosa stá facendo qui?
- Sono turista; viaggio- mentí yo
- Ma lei non è comunitario.
- Si, sono spagnolo
- Permesso di soggiorno!
Noté que mi corazón se aceleraba. Sabía que estaba todo en regla, pero me disparo con este tipo de cosas y podía terminar diciendo algo incoveniente. Me propuse abrir la boca sólo lo necesario.
- Ho la nacionalitá spagnola da 32 anni, non ho bisogno di permesso di soggiorno.
- Qui in Italia gli extracomunitari devvono probare che stanno legalmente al paese.
- Ma io non habito qui in Italia. E non sono extracomunitario.
El subordinado le preguntó a su jefe en voz baja si me llevaban a comisaría. El otro calculó un momento la posibilidad de que se estuvieran equivocando. Pareció dar con la pregunta que despejaría todas sus dudas.
- A che hotel si alloggia?
- Al hotel Parker´s
Eso pareció confundirles aún más. Pero no tenían muchas opciones y yo no debí parecerles lo suficientemente extracomunitario para llevarme detenido. Sin mucha convicción decidieron dejarme marchar. Me dieron las gracias y me desearon un buen día.
Subiendo por Via Chiaia, pensaba en los documentos que vi el mes pasado en Buenos Aires: libros de a bordo de los barcos que traían inmigrantes italianos muertos de hambre para levantar el país. Pensé en las patrullas vecinales del norte de Italia que buscan en la noche a los inmigrantes sin papeles. Pensé en Berlusconi llevandose de a tres a niñas rusas a Villa Certosa. Y en la izquierda italiana, y en la europea, sin saber cómo justificar sus profundas contradicciones.
Nada de esto me pareció anormal. Eso es lo extraño.