Basta una sola palabra para que todo cambie.
Hay veces que son tan dañinas, tan devastadoras, que uno ve como al otro se le cae esa palabra que uno no quisiera escuchar, y golpea contra el suelo con la consistencia de un metal pesado. Y el estruendo que hace al caer retumba toda la vida.
Otras veces se me cae a mí esa palabra de la boca. Mientras me arrepiento de haberla dicho, veo como se hace pedazos contra el suelo.
Pero también una sola palabra basta para salvar al otro de su pesadilla, para traerlo de nuevo a la vida.
Dan miedo, las palabras.