Hay una exposición ahora en el Guggenheim de Bilbao a la que me he entregado en estado febril (falló la calefacción en la gélida noche de ayer en la habitación de mi hotel), y quizá por eso la he contemplado como en un sueño incómodo y revelador.
Se llama Haunted, y está armada mayoritariamente con fondos de las distintas sedes de la fundación. Gira en torno a la obsesión del arte contemporáneo por el pasado, el archivo y los medios de registro y grabación como la fotografía, el vídeo o el audio, a los que presenta como transmisores de melancolía por su cualidad de fragmentar el tiempo y transformar la memoria, subrayando lo irrecuperable de los acontecimientos pasados.
Me fascina el modo en que gente como Richard Prince, Rauschenberg o Luis Jacob han utilizado imágenes existentes para contar algo muy personal y producir una obra totalmente nueva con respecto a los archivos en los que se basan.
He vuelto a encontrarme con la obra de Walid Raad y su mezcla de documento y ficción que a mi me parece no sólo una obra incontestable sino una labor de investigación de los hechos comparable a la de Wikileaks. Creo que la guerra del Libano se lee mejor en el proceso creativo de su Atlas Group, que en las hemerotécas de la época.
La apropiación y la intervención de todo tipo de archivos y documentos, la memoria removida y presentada desde otro ángulo, la mezcla de géneros y disciplinas. Me parece algo tan grande como lo mejor de August Sander o Diane Arbus.
Para mi sigue siendo un misterio; la excitación, el desasosiego que la contemplación de una foto o una pintura puede llegar a producir. Un misterio que no quiero que deje de existir.