Lienzos de más de 7 metros, algunos toscamente acabados, como apurados con la urgencia de quien necesita vomitar algo que le oprime dentro, desenrollados tal cual estaban y colgados sin mayor ceremonia en una pared.
Escenas de tortura, de guerra, violencia, poder. "Mi obra es una invitación a un lugar en el que nadie querría estar" dijo. Retratos de espías, mercenarios, dictadores (pintó obsesivamente a Franco).
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Pero también una estética del cuerpo, un brillo cercano. Humanos follando como leones, bebés que nacen y amigos que envejecen.
Madrid desierta. Retiro y Golub. Incomodo, pero real, casi masticable. Aunque no precisamente fácil de digerir.