martes, 15 de julio de 2008

ARLES

Es un ritual que me encanta. Pasear por las calles adoquinadas. Ir del anfiteatro al parque de los Ateliers y ver allí exposiciones entre ruinas. Entrar en la iglesia de Sainte-Anne y, como un creyente, recorrer sus muros hasta el altar, extasiado, viendo fotografías donde antes había santos. Trasnochar y madrugar, agotarme. Ver fotos y amigos, el tiempo que pasa de año en año. Y darme cuenta de lo perdurable, de la enorme adoración que siento por la fotografia. Cada año me siento afortunado y agradecido por seguir amandola, más intensamente ahora que antes, con mayor madurez, renovado de ilusiones. Sentir que empiezo, lentamente, a comprender algo de lo que sugiere.

Arles, los encuentros.

Paolo Roversi consigue que una obra mayúscula, circunscrita dentro del estridente mundo de la moda, parezca algo íntimo, de tono menor; casi un susurro.
La fotografia va más allá de los límites de la realidad y la ilusión. Hace aflorar otra vida, otra dimensión, revelando, no solamente lo que es, sino también lo que no es. Cada fotografía es un encuentro; una confesión íntima y recíproca.



Todos los años reservo mi hora más lúcida para ir al Capitole. Un antiguo cine (de cuando los cines eran templos) cuyas ruinas albergan año tras año la propuesta de la Agence Vu para los Rencontres de Arles.

Siempre hago aquí algún descubrimiento, y me pregunto hacia que lugar equivocado estaba mirando para no haberlo visto antes. Este año ha sido la obra de Jeffrey Silverthorne.
40 años de fotos. Monstruos cercanos y más habituales hoy (en ocasiones con frivolidad)en las propuestas fotográficas: travestis, borrachos, cadaveres en la morgue, autorretratos de evocación mitológica, mujeres desnudas de cuerpo y alma. Ternura a borbotones. Vida apresada al vuelo, y de frente.





Y, por último, los libros. El hangar, al fondo de los Ateliers, donde cada año pueden verse los libros editados el año anterior. Inabarcable, agotador. Es algo insano y delicioso, tener a mano todos esos libros de fotografía, muchos de los cuales normalmente no llego a saber que existen. Las piernas me duelen, pero no puedo dejar de mirar, de devorar los libros.

No soy capaz de destacar uno sobre los demás, hubo muchos que me interesaron. Reproduzco aqui dos cosas, ambas en Aperture: Strangely Familiar, un nuevo acercamiento sin pretensiones de Michal Chelbin al manoseado mundo del circo, a través de retratos cómplices, crudos.



Y el catálogo de The Aftermath Project con el trabajo de Jim Goldberg sobre los nuevos europeos.