De nuevo el retrato. El misterio de no llegar a conocernos nunca. El escritor construye su personaje armando el puzzle de la vida que le ha inventado. Lo sabe todo sobre él, pero apenas muestra un poco. Sin embargo, toda esa información destila en el detalle, en lo sutil de una acción, un diálogo. Reconocemos al personaje por su modo de arquear una ceja, por un suspiro, un silencio.
El fotógrafo observa, ve la máscara y ve todas las máscaras que hay debajo. La suya propia también. Pero eso no basta para mostrar la complejidad de un ser humano. Debe preguntarse qué es en realidad lo que está viendo, qué sobra, qué falta, cómo era cuando mirábamos sin saberlo, cuando solo estábamos contemplando.