miércoles, 18 de febrero de 2009
LAS COSAS CAMBIAN
Es el título de una película de David Mamet. La vi hace años, una tarde solo, en la filmoteca. Y me gustó por el título. La peli también me gustó. Es de un mafioso, me encanta el actor Joe Mantegna, que decide cambiar cuando en realidad ya da todo igual, ya está todo perdido y de nada sirve que cambie ahora. Pero el quiere cambiar y lo hace. Salva a un tipo al que le han encargado matar, uno más de tantos. Lo deja ir. No es que el tipo sea especial para él; es que le llegó en el momento de decidir que el cambio tenía que ocurrir.
A mi me pasa que postergo el cambio para cuando acabe los asuntos que tengo entre manos. Y así no sirve, claro. Es como si Mantegna (su personaje) dijera bueno, mato a este último y luego ya cambio. No, entonces ya no habría cambio posible.
El valor de lo que hacemos se mide por lo que nos cuesta hacerlo. A mi no me cuesta una mierda ser como soy, no tiene ningún valor.
La vida es lo que llega de frente; las pocas cosas y personas que uno ama. Todo lo demás son parches.
Las cosas cambian si uno lo decide. Incluso aquellas cosas que no se pueden cambiar. Lo que cambia es la mirada, la actitud, la manera de enfrentar la vida. Y esa decisión si que es nuestra.
Cabría preguntarse a veces si no nos resulta más cómodo que las cosas sigan como están. Si no, no se explica semejante falta de decisión.
A mi me pasa que postergo el cambio para cuando acabe los asuntos que tengo entre manos. Y así no sirve, claro. Es como si Mantegna (su personaje) dijera bueno, mato a este último y luego ya cambio. No, entonces ya no habría cambio posible.
El valor de lo que hacemos se mide por lo que nos cuesta hacerlo. A mi no me cuesta una mierda ser como soy, no tiene ningún valor.
La vida es lo que llega de frente; las pocas cosas y personas que uno ama. Todo lo demás son parches.
Las cosas cambian si uno lo decide. Incluso aquellas cosas que no se pueden cambiar. Lo que cambia es la mirada, la actitud, la manera de enfrentar la vida. Y esa decisión si que es nuestra.
Cabría preguntarse a veces si no nos resulta más cómodo que las cosas sigan como están. Si no, no se explica semejante falta de decisión.
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