Siempre hay un maletín. Y un hombre.
El hombre camina mecánicamente detrás del maletín, sin saber muy bien donde lo llevan.
A veces se pregunta por qué no lo suelta sin más, en cualquier lugar.
Pero el maletín se aferra aún más fuerte a su mano, y el hombre, obediente, aprieta el paso.