Alec Soth es uno de los fotógrafos actuales que más me entusiasman. Me encantan sus imágenes, pero sobretodo, su modo de trabajar, lento y solitario, la relación que tiene con la fotografía, su búsqueda de imágenes a través de otras imágenes.
En el magnífico libro de entrevistas a fotógrafos Image Makers Image Takers de Anne-Celine Jaeger, publicado en español por Oceano con el nombre de Creadores de Imágenes, me sorprendió leer las reflexiones de Soth sobre el retrato. O más bien sobre su relación con el retrato:
"Una de las cosas que me faltaban era la capacidad de fotografíar a personas"
"Al principio temblaba cada vez que hacía un retrato. Tardé mucho en sentirme algo más seguro. Todavía ahora me pongo nervioso. Cuando trabajo por encargo, mis ayudantes se sorprenden de lo que llego a sudar. Paso mucha vergüenza. Es ridículo"
"Trabajo con una cámara 8x10 de gran formato. Es increiblemente lenta, de modo que tengo que fotografíar con trípode. Cuando trabajaba en el proyecto Mississippi no tenía demasiado dinero
, con esta cámara cada vez que aprietas el disparador son veinte dólares. Si algo era muy bueno, hacía dos tomas por si acaso. Para Niagara me resultó más dificil encontrar temas. Me pasaba días sin hacer una sola foto y me frustraba un montón".
"Tengo que recordarme a mi mismo que la fotografía es limitación. Parte de la base de que no todo aparece en la foto".
"La fotografía tiene mucho que ver con la poesía. Es sugerente y fragmentaria, y en muchos aspectos, poco satisfactoria. Es el arte de la limitación. Encuadrar el mundo. Es tan importante lo que dejas fuera como lo que decides incluir".
"Exige mucho tiempo, mucho trabajo. Hay que arriesgarse, aunque cueste. Creo que los primeros libros suelen ser tan buenos porque normalmente los fotógrafos les han dedicado diez años".
domingo, 31 de agosto de 2008
GUERRA FRIA, SEGUNDA PARTE
Sergei entró en la sala de máquinas del antiguo barco soviético. Durante los últimos cinco años, gran parte de su vida se había consumido en ese barco.
Alguien ha colocado la foto de Putin sobre la mesa de mando. Algún joven marinero colocaba esa foto mientras Putin bombardeaba Georgia, donde nació Sergei.
Nos está narrando un viaje en coche que le llevó por toda la Union Soviética cuando era joven. Sonríe.
"Antes comunismo", recuerda, "todo mismo país". Retira la foto de Putin del lugar donde la han fijado y la sostiene en las manos. "Ahora...", nos mira divertido, como un niño que ha descubierto el truco en un juego de magia, "Ahora democratsía", y suelta una carcajada antes de prenderle fuego a la foto.
Alguien ha colocado la foto de Putin sobre la mesa de mando. Algún joven marinero colocaba esa foto mientras Putin bombardeaba Georgia, donde nació Sergei.
Nos está narrando un viaje en coche que le llevó por toda la Union Soviética cuando era joven. Sonríe.
"Antes comunismo", recuerda, "todo mismo país". Retira la foto de Putin del lugar donde la han fijado y la sostiene en las manos. "Ahora...", nos mira divertido, como un niño que ha descubierto el truco en un juego de magia, "Ahora democratsía", y suelta una carcajada antes de prenderle fuego a la foto.
TECNOLOGIA
Hasta que Van Eyck, en la primera mitad del s.XV, perfeccionó el uso del óleo, la pintura no vivió su gran revolución. Hegel decía que toda nueva tecnología es una nueva filosofía. Gracias al cambio tecnológico que aportó la escuela flamenca, comenzaron a hacerse cosas en pintura que hasta el momento no se hacían.
Van Eyck utilizó aceite de linaza como aglutinante de colores, lo cual hacía que la pintura se secara más rápidamente, posibilitando la superposición de capas finas de pintura o veladuras, con las que lograba una luminosidad y una transparencia del colorido que le permitía representar las formas con una precisión desconocida hasta entonces. Además, la nueva técnica le permitía realizar la obra lentamente, modificandola o retocandola en cualquier momento.
Steiner sostenía recientemente, en una entrevista con Juan Cruz, que la tecnología es la fuerza más creativa del momento.
Creo que algunos fotógrafos nos equivocamos cuando tratamos de utilizar la tecnología digital para conseguir lo mismo que hacíamos con la analógica. Son herramientas distintas, tecnologías distintas y producen formas distintas de expresión.
Encuentro unas posibilidades creativas asombrosas en la imagen digital y la contaminación de disciplnas de la que podemos aprovecharnos actualmente. Pero me interesa mucho más cuando lo que se pretende producir responde a la gramática propia de estas herramientas. Del mismo modo que la manera de producir "obras" (me refiero a historias, imágenes, piezas de vídeo y audio, etc) se ha transformado y simplificado, el modo de mostralas, de obtener un producto final, también ha mutado y parece ser internet el lugar donde mejor encajan.
Creo que todavía es pronto para saber cuáles de todos estos artefactos que se producen merecen acabar en un museo. Si a lo largo de la historia todas las culturas han producido basura, en nuestra era esa producción se ha disparado.
No me parece mal que todo el mundo sea capaz de crear imágenes, que cualquiera pueda contruir un discurso artístico con medios fácilmente accesibles. No me interesa lo elitista del mundo del arte. Pero ahora tenemos que seleccionar más, encontrar por nuestra cuenta lo que nos interesa, lo que tiene un valor, lo que aporta algo.
UN DIALOGO SIN PALABRAS (I)
Hay una teoría sobre el retrato fotográfico que sostiene que se trata de una lucha entre retratado y retratista. El primero intenta mostrarse tal y como desearía que lo vieran o como él/ella cree que es. El segundo, el fotógrafo, trata de imponer la manera en que percibe a esa persona, cómo lo ve bajo una mirada más incisiva.
Cuando gana el retratado, la foto no aporta nada más que lo que ya sabíamos de esa persona, lo que habitualmente nos muestra. Cuando el que gana es el fotógrafo, descubrimos una nueva faceta del sujeto y se nos abre una puerta que antes estaba cerrada.
Yo, personalmente, prefiero la idea del diálogo sin palabras donde no hay ganador ni vencido. Lo observo continuamente en la manera en que retrata Lucía y otros fotógrafos que conozco y admiro. Se trata de la misma situación, pero en lugar de una lucha, se establece una conversación gestual, corporal y visual. Se añade así la tercera posibilidad de que no gane ninguno de los dos sino que se produzca una nueva perspectiva de resultados imprevisibles.
En esta nueva perspectiva se pueden dar todos los elementos de cualquier conversación: fluidez, tensión, misterio, seducción, silencio, descubrimiento, miedo, placer, rabia, atracción, sensualidad, desprecio, soledad, excitación...
Todas esas cosas se pueden generar en una sesión para un retrato. Cuanto más se estire de la cuerda, más lejos se llega en cualquiera de esos caminos, con el riesgo, como en todo, de que la cuerda se rompa y no consigamos nada o tengamos que volver a empezar desde el principio.
Me fascina el retrato. Quizá porque me cuesta horrores. Me da tanto miedo ponerme frente a alguien con una cámara y sostener esa tensión que suelo resolver mis retratos rápidamente. Y sin embargo es el género que más me seduce, lo encuentro mágico.
Cuando gana el retratado, la foto no aporta nada más que lo que ya sabíamos de esa persona, lo que habitualmente nos muestra. Cuando el que gana es el fotógrafo, descubrimos una nueva faceta del sujeto y se nos abre una puerta que antes estaba cerrada.
Yo, personalmente, prefiero la idea del diálogo sin palabras donde no hay ganador ni vencido. Lo observo continuamente en la manera en que retrata Lucía y otros fotógrafos que conozco y admiro. Se trata de la misma situación, pero en lugar de una lucha, se establece una conversación gestual, corporal y visual. Se añade así la tercera posibilidad de que no gane ninguno de los dos sino que se produzca una nueva perspectiva de resultados imprevisibles.
En esta nueva perspectiva se pueden dar todos los elementos de cualquier conversación: fluidez, tensión, misterio, seducción, silencio, descubrimiento, miedo, placer, rabia, atracción, sensualidad, desprecio, soledad, excitación...
Todas esas cosas se pueden generar en una sesión para un retrato. Cuanto más se estire de la cuerda, más lejos se llega en cualquiera de esos caminos, con el riesgo, como en todo, de que la cuerda se rompa y no consigamos nada o tengamos que volver a empezar desde el principio.
Me fascina el retrato. Quizá porque me cuesta horrores. Me da tanto miedo ponerme frente a alguien con una cámara y sostener esa tensión que suelo resolver mis retratos rápidamente. Y sin embargo es el género que más me seduce, lo encuentro mágico.
NOPHOTO EN CHINA
Jorquera es como un luchador de la dinastía Ming, uno de esos leales soldados que protegían la Ciudad Prohibida con una mezcla imbatible de fuerza y sabiduría.
Es nuestro hombre en China. Lleva allí casi un año y se ha integrado de tal modo que nos cuesta diferenciarlo del resto de los chinos que le rodean cuando le llamamos por el skype.
Su última batalla, de la que ha salido victorioso y reforzado en su poder, ha sido colocar a NOPHOTO en el Museo de Arte Contemporáneo de Hubei. Hasta allí han ido Sanva, Paco y Luján para entrar con Jorquera en la ciudad pacíficamente conquistada, hecha cómplice, recibiendo aplausos y loas de admiración.
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