viernes, 20 de noviembre de 2009

EL DESTINO NUNCA ES ESTE

...convencida de que nuestro destino es éste y ahora mismo..., cuenta Neuman de uno de sus personajes en Una vez Argentina.

Enredado como estoy ahora con la cuestión de la memoria y el destino, a veces me siento como quien va abriendo muñecas rusas y siempre encuentra otra en su interior.

Estamos hechos de otros. Depositarios de acciones y emociones sin resolver que generación tras generación se han ido apilando en el inconsciente colectivo de nuestro grupo familiar.

¿Puede uno tener un recuerdo de algo que no ha vivido? ¿Se puede olvidar algo como si nunca hubiera ocurrido?

A mi me pasa. Voy retirando las capas de mi memoria quebradiza y ya en la superficie comienzan a emerger las vidas de mis antepasados, confundiéndose con mis escasos recuerdos.

La memoria tiene trampas. Sospecho que ciertas cosas que a uno le pasan vienen condicionadas por una memoria ancestral que se transfiere de padres a hijos y que uno acepta como propia.

Y, sobre todas las cosas, hay una sensación que me ha acompañado siempre y que, ahora más que nunca, siento ajena a mi, una piel muerta que no termino de mudar. Es la impresión de que el destino nunca es éste. Al contrario que el personaje de Neuman, suelo sentir que lo que me pasa es algo anterior o posterior a mi verdadero destino.

No se a quién pertenece esta carga. Me temo que es un poco de todos nosotros, de cada una de las generaciones de mi familia que ha tenido que huir dejando su vida a medias.

Trato de hacer un mapa, para saber por dónde me suelo perder. La cartografía de una cicatriz de múltiples heridas. Un cúmulo de fracturas. Huellas en un camino que se diluye.

Poco a poco empiezo a sentir con alivio, casi con placer, que mi destino es éste y ahora mismo.