Coleccionar el Mundo, 6 fotógrafos norteamericanos
En la fundación Mapfre de Madrid (la de Lima, no la nueva). Hasta el 4 de enero.
Evans, Winogrand, Arbus, Levitt, Friedlander, Callahan. Una selección interesantísima, copias pequeñas de época, un catálogo delicioso a 3 euros...
sábado, 13 de diciembre de 2008
UN DIALOGO SIN PALABRAS (IV)
Lo que de verdad me fascina del retrato es que te permite ir hasta donde te atrevas a llegar. Es una cuestión de profundidad, de decisión sobre la cantidad de brazo que queremos meter en unas aguas cuyo fondo no vemos.
Cuando era pequeño me daba miedo nadar en el mar. Temía a lo que pudiera haber debajo. Todavía sueño con eso de vez en cuando. Entonces me retaba; tenía que ser capaz de nadar hasta tal roca, o ponerme de espaldas, flotando sobre el mar, mirando el cielo abierto. Eso me hacía sudar frío, pero al mismo tiempo, cada segundo que pasaba así era un triunfo sobre el miedo, un descubrimiento de cosas que no imaginaba que pudieran pasar de ese modo.
Me pasa algo parecido con el retrato. Me da una vergüenza terrible pedir a alguien que se deje retratar. Sudo cada vez que, cámara en mano, me enfrento a alguien que espera ordenes porque se supone que yo soy el que sabe lo que vamos a hacer. Siempre pienso que están nerviosos, que quieren terminar cuanto antes. Y en realidad es a mi a quien le ocurre eso. Tal es la exitación que me produce.
Me siento desnudo. La mayoría de las veces no me atrevo a pedir lo que quiero que hagan. Temo que caigan las máscaras. Temo perder el control.
Por eso lo que de verdad me da miedo no es que me digan que no, sino que me digan que si.
Cuando era pequeño me daba miedo nadar en el mar. Temía a lo que pudiera haber debajo. Todavía sueño con eso de vez en cuando. Entonces me retaba; tenía que ser capaz de nadar hasta tal roca, o ponerme de espaldas, flotando sobre el mar, mirando el cielo abierto. Eso me hacía sudar frío, pero al mismo tiempo, cada segundo que pasaba así era un triunfo sobre el miedo, un descubrimiento de cosas que no imaginaba que pudieran pasar de ese modo.
Me pasa algo parecido con el retrato. Me da una vergüenza terrible pedir a alguien que se deje retratar. Sudo cada vez que, cámara en mano, me enfrento a alguien que espera ordenes porque se supone que yo soy el que sabe lo que vamos a hacer. Siempre pienso que están nerviosos, que quieren terminar cuanto antes. Y en realidad es a mi a quien le ocurre eso. Tal es la exitación que me produce.
Me siento desnudo. La mayoría de las veces no me atrevo a pedir lo que quiero que hagan. Temo que caigan las máscaras. Temo perder el control.
Por eso lo que de verdad me da miedo no es que me digan que no, sino que me digan que si.
DONDE SUCEDE LO IMPORTANTE
La fotografía es maravillosa porque puedes empezar con una idea, pero te pierdes en otra cosa y ahí es donde sucede lo importante.
Harry Callahan
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