lunes, 2 de junio de 2014

LA GENTE



La gente es una entidad nebulosa que engloba todo lo que no es Uno. Es un recurso lingüístico y político sin el cual tendríamos que enfrentarnos a la frustrante conclusión existencial de que todo lo que pasa en el mundo nos pasa a nosotros y todos los que nos rodean, en realidad son yo mismo con otras circunstancias.

Pero tenemos esa herramienta, y la usamos a diario: “la gente es que es idiota”, “los políticos nos engañan”, “los de las motos van como locos”… Mientras no individualicemos al otro no encontraremos sus matices y por tanto podremos incluirlo en esa masa de Otros que hacen cosas que nos sentimos legitimados a criticar porque si todo es lo mismo y no hay gradación, entonces esa multitud monocroma se mueve como un solo individuo anónimo al que puedo culpar de todas las cosas que no funcionan bien.

La gente es esa parte que no me gusta de mi mismo con la que estoy obligado a convivir y, si es posible, aprender a amar.

Esa gente es la responsable de que yo no pueda hacer las cosas como creo que debo hacerlas. Esa convicción parece dejarnos tranquilos. Sin embargo el solo acto de escuchar y tratar de ponerse en el lugar de una de esas gentes desmonta automáticamente el fantasma de los Otros y nos obliga a asumir la responsabilidad de nuestros actos. La única manera de tomar cierto control sobre lo que hacen con nosotros es asumir que somos uno más entre millones, tratar de conectar con los que nos rodean y buscar el entendimiento. Mientras no lo hagamos así, nos podrán seguir poniendo troyanos en nuestros móviles y seguiremos pensando que la gente vive controlada en lugar de asumir que yo, al no involucrarme en las cosas que me afectan, estoy aceptando que otros vivan mi vida.


Fotografía: © Alberto Pizzoli / Getty Images

* Columna publicada cada sábado en