Vuelve el impostor. Acto primero, enésima escena. Mismo guión.
El otro día murió David Foster Wallace, autor de Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. Se suicidó.
No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro
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Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada
Dado que nada de lo que me siento capaz de escribir está vivo ni por asomo, voy a ver si me quedan fuerzas para leer a Sofocles. Respeto el suicidio, pero no entra en mis planes.