lunes, 30 de junio de 2014

TIERRA QUEMADA



La lava es hipnótica y hermosa. Serpentea en formas onduladas prendiendo pequeñas llamas en sus extremos. A través del fluido naranja la tierra parece una radiografía.

En EE UU vuelve a rugir el volcán más grande del mundo, el Mauna Loa, que entró en erupción por última vez en 1975, un año en el que el mundo entero parecía salpicado de grandes extensiones negras de tierra quemada. En América Latina se sucedían las dictaduras con sus desaparecidos, que dejaron amputada a una generación entera y prepararon el terreno para que las siguientes acometieran el asalto financiero definitivo a las instituciones públicas. Ese mismo año la ONU proclama el Día Internacional de la Mujer, al tiempo que en Inglaterra, ironías del destino, el partido conservador elige a Margaret Thatcher como la presidenta que les llevará al poder cuatro años más tarde. La Dama de Hierro tuvo 11 años para cimentar y blindar las mismas políticas neoliberales que su homólogo Ronald Reagan llevó a cabo en EEUU, cuyos coletazos más punzantes estamos viviendo ahora de manera globalizada. En España, el Rey Juan Carlos tomaba el testigo de la mano del dictador Franco para convertir al país en lo que se ha convertido. Se instauró el modelo bipartidista y se favoreció la especulación de los grandes capitales, en irrefrenable idilio con las estructuras del estado.


Fue una década de erupciones políticas y económicas, unos años en los que el mundo se convirtió definitivamente en el escape de lava sobre el que estamos parados ahora, cuando parece que vuelve a temblar la tierra quemada.



FOTOGRAFÍA: © Reuters

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lunes, 23 de junio de 2014

CHICOS MALOS


Tote King es un rapero atípico, al igual que Rapsusklei, por mencionar dos de los intérpretes con más talento del rap español. Lo que los diferencia del resto, además de la calidad musical, son sus letras, que huyen del clásico egocentrismo prepotente e infantil del género para adentrarse en terrenos más existencialistas que reflexionan sobre la soledad, el consumismo, el amor o la literatura. En su canción “Ni de ellos ni de ellas”, el MC sevillano hace un repaso de las miserias más comunes de ambos sexos, que sin embargo siguen siendo las cualidades que atraen al género opuesto, a pesar de terminar, casi siempre, mal.

Espero que entiendas que eres muy especial,
pero en cuanto a lenguas quiere la del Carlos,
que es un chulo y que la trata mal, pero es un tío.
Supongo que los más normales somos aburridos”

El departamento de policía de Stockton, California, colgó en su página de Facebook imágenes de un grupo de detenidos por presuntos robos y tiroteos en la zona. La foto de uno de ellos, Jeremy Meeks, ha acumulado hasta el momento de escribir estas líneas casi 70.000 “like” y 20.000 comentarios, en general de mujeres que se confiesan seducidas por la belleza y el atractivo del criminal. “¡Es precioso! No le dejaría las llaves de mi casa, pero está buenísimo”, “secuéstrame cuando quieras” o “¡hazme un hijo!” son algunos de los comentarios que pueden leerse en la red social.

Los chicos malos siguen teniendo un potente imán para muchas mujeres. Básicamente el atractivo es sexual, pero también existe la fantasía de encontrar su lado tierno y ser la novia que lo consiga domesticar. Según Daniel Goleman, el creador del término “Inteligencia Emocional”, lo que caracteriza a este tipo de hombres (también hay mujeres así), es su incapacidad para sintonizar con los demás de manera saludable, no pueden involucrarse emocionalmente, demuestran una obsesión narcisista y están maquinando continuamente para conseguir sus fines, como hacen los niños. Recientemente la Universidad de Nuevo México realizó un estudio entre 200 alumnas que concluyó que “los hombres de personalidad difícil, que cambian de pareja cada cierto tiempo, resultan más atractivos para las mujeres”. Aunque la Universidad de Lancashire, a su vez, ha concluido en otro estudio que “los chicos malos tienen mayores posibilidades de aparearse en el corto plazo, pero para una relación duradera, las mujeres prefieren al chico bueno”.


En todo caso parece que “el criminal más atractivo del mundo”, como ya han bautizado a Jeremy Meeks, puede tener un abanico de alternativas que cambien su vida cuando haya cumplido su condena.


FOTOGRAFÍA: © Stockton Police Department

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lunes, 16 de junio de 2014

800 VACAS



Por alguna razón adoramos lo épico, la gran epopeya que genera héroes, cuando en realidad la sucesión de hechos en la vida suele ser atropellada y bastante vulgar. Del mismo modo que se producen mitos alrededor de los asesinos en serie o las matanzas en institutos a manos de desequilibrados psíquicos, las acciones de los terroristas vienen siempre envueltas en grandes pretensiones, con trasfondo lírico.

Lo cierto es que la práctica del terror, proveniente del estado o del contra-estado, suele obedecer a motivos más materiales que espirituales, pero en cualquier caso necesitan revestirse de una legitimidad casi mística para ser comprada por afines y contrarios. En la España de hoy, el terror llega en forma de devastación económica y anulación de la dignidad individual; seguimos teniendo derechos, pero no los podemos usar sin poner en riesgo nuestra integridad física, política y emocional. Hemos interiorizado de tal modo al represor que no necesitamos la amenaza: vivimos en permanente autocastigo. Asumimos la violencia institucional como una protección segura contra la amenaza antisistema, pero en definitiva solo conocemos el Sistema, que actúa metódicamente en contra de sus propias leyes y protege a quienes las corrompen. Hasta ahora no he conocido gente más conservadora que los llamados antisistema: solo pretenden corregir errores para conservar el sistema de valores que tanto nos ha costado poner en pié.

Al igual que los estados occidentales pretenden defender unos derechos que pisotean con leyes cada vez más injustas, las milicias de Boko Haram se escudan en propósitos protectores de un modo de vida y, en realidad, secuestran mujeres para cambiarlas por vacas: 20 mujeres, 800 vacas.


FOTOGRAFÍA © AKINTUNDE AKINLEYE/Reuters


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jueves, 12 de junio de 2014

DECISIONES



No importa de donde vengas, sino lo que decidas ser

Papá Pitufo

lunes, 9 de junio de 2014

UNA CARCEL EN LA CABEZA



El mundo es una fiesta y a vos no te invitaron, es una frase llena de ironía y afecto que le dice un hombre a su amigo eternamente atormentado en la película de Juan Taratuto No sos vos, soy yo (Argentina, 2004). En esa misma película, alguien sugiere que hay días buenos (pocos), días malos (por suerte también pocos), y el resto (la mayoría) son días normales. Y sin embargo me atrevo a asegurar que un porcentaje altísimo de la población occidental vive (vivimos) en constante frustración porque no hay modo de encontrar la felicidad duradera.

La imagen de la cárcel en la cabeza es un estigma que asumo pero no acepto. Creo que somos mayoría los que encontramos en el mal conocido una zona de confort que nos exime de arriesgarnos a buscar un  lugar (mental) más realista y aceptable. Esa condena voluntaria funciona como una penitencia, una culpa a expiar; la convicción de que hagamos lo que hagamos nada cambiará.

Vivir alojado en el malestar es un modo de estar en el mundo que el español parece portar en su ADN. Aunque exista la oportunidad de un cambio, la grieta por la que asoma una mejoría viable, el español desconfía y prefiere instalarse, primero en la queja y, definitivamente, en la resignación: se encierra en su cárcel mental que le deja mirar, pero no actuar, de ahí la perpetua envidia que sentimos hacia quien sí se permite la posibilidad de ser alguien distinto en cada nueva etapa de su vida.

Al grito de vivan las cadenas, en 1814 se escenificó un recibimiento popular a Fernando VII, retornado del destierro para consagrar el absolutismo y desmantelar la constitución de 1812. Desde entonces, y a pesar de que se demuestra cíclicamente que una mayoría de españoles quiere librarse de las cadenas (la última vez en las elecciones europeas), por alguna oscura razón el conformismo se acaba imponiendo y terminamos por aceptar lo inaceptable.


Juan Carlos I, en su coronación, juró lealtad al franquismo, una versión ibérica del fascismo cuyo objetivo último consistía en proteger a sangre y fuego las grandes fortunas patrias. Esa solemnizada transición ha permitido que los que ostentaban despóticamente el poder sean hoy aún más poderosos. La población fue, una vez más, apartada de la toma de decisiones (todo para el pueblo pero sin el pueblo). Lamento tener la sospecha de que el 18 de junio una cantidad abrumadora de españoles verá desde su cárcel mental la coronación de Felipe VI que añadirá un nudo más al paquete que nos dejaron atado y bien atado.

Fotografía © Sergio Pérez / Reuters


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lunes, 2 de junio de 2014

LA GENTE



La gente es una entidad nebulosa que engloba todo lo que no es Uno. Es un recurso lingüístico y político sin el cual tendríamos que enfrentarnos a la frustrante conclusión existencial de que todo lo que pasa en el mundo nos pasa a nosotros y todos los que nos rodean, en realidad son yo mismo con otras circunstancias.

Pero tenemos esa herramienta, y la usamos a diario: “la gente es que es idiota”, “los políticos nos engañan”, “los de las motos van como locos”… Mientras no individualicemos al otro no encontraremos sus matices y por tanto podremos incluirlo en esa masa de Otros que hacen cosas que nos sentimos legitimados a criticar porque si todo es lo mismo y no hay gradación, entonces esa multitud monocroma se mueve como un solo individuo anónimo al que puedo culpar de todas las cosas que no funcionan bien.

La gente es esa parte que no me gusta de mi mismo con la que estoy obligado a convivir y, si es posible, aprender a amar.

Esa gente es la responsable de que yo no pueda hacer las cosas como creo que debo hacerlas. Esa convicción parece dejarnos tranquilos. Sin embargo el solo acto de escuchar y tratar de ponerse en el lugar de una de esas gentes desmonta automáticamente el fantasma de los Otros y nos obliga a asumir la responsabilidad de nuestros actos. La única manera de tomar cierto control sobre lo que hacen con nosotros es asumir que somos uno más entre millones, tratar de conectar con los que nos rodean y buscar el entendimiento. Mientras no lo hagamos así, nos podrán seguir poniendo troyanos en nuestros móviles y seguiremos pensando que la gente vive controlada en lugar de asumir que yo, al no involucrarme en las cosas que me afectan, estoy aceptando que otros vivan mi vida.


Fotografía: © Alberto Pizzoli / Getty Images

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