sábado, 30 de mayo de 2009

COMUNIDAD

Pablo, un amigo argentino, me escribe un correo desde el lugar donde vive con Alicia a punto de dar a luz. Un bosque del norte de California, donde se están construyendo una casa.

Asegura que el lugar es fantástico y que "tenemos una buena comunidad".

Entonces me detengo, miro las fotos que me manda, vuelvo a leer. Era así al principio, irte de tu lugar, buscar un sitio que te guste, construir una casa, tener hijos y conocer a la comunidad, la gente que vive cerca.

Yo no conozco a los vecinos de mi propio edificio. Tampoco lo he intentado.

Es el problema de las grandes ciudades, creemos que no necesitamos a nadie, y la soledad hace estragos. Hemos reducido a la comunidad en la que vivimos a un mero decorado, lleno de extras con los que no interactuamos, pero nos resultan imprescindibles.

UN PUENTE

"Mi forma de hacer un cómic es construir un puente", cuenta David B., "une la infancia a la edad adulta, la realidad a los fantasmas y los sueños, y la Historia a las historias".

Llevo tiempo anotando cada recuerdo que aparece sin ser convocado. De este modo trato de averiguar cómo sentía cuando era niño. La idea no es llegar a recordarlo, sino volver a sentir así.

Recuerdo que una vez, en el colegio, no sabría precisar la edad que tenía pero era pequeño, comencé a pensar que mi letra no funcionaba, que no era buena, no se entendía. Así que hice un esfuerzo enorme por cambiar mi caligrafía. Traté de imitar la letra de un chico de clase, pensé que era bonita, y él era de los que tenían éxito. Él tenía una escritura como de imprenta, con cada letra separada de la otra, como esta que utilizo aquí. La mía era de las que están todas unidas dentro de una misma palabra. Al cabo de un tiempo lo conseguí, escribía de una forma totalmente distinta, con unas letras como de moldes de periodico antiguo.

El resultado, 25 años después es que sigo teniendo una letra fea, pero encima no es la mía, la que originalmente era mía. Me cansa escribir a mano y casi siempre solo lo entiendo yo. Y además aquel chico era de los que no me caían bien y en realidad yo no quería ser como él en ningún aspecto.

Bueno, quizá ahora ya no viene a cuento volver a escribir como cuando tenía diez años, claro. Pero si me interesa saber el que yo era antes de autocensurarme de ese modo. Seguro que hay algo de lo que busco ahora.

LA CONVERSACION

Una pareja se detiene frente a un mendigo que duerme en un banco del parque.

- Oh, mira, es horrible
- No hace daño a nadie
- Dios mio. Siempre que veo a uno de esos viejos... Siempre pienso lo mismo.
- ¿Que piensas?
- Pienso que un día fue el bebé de alguien. De verdad lo pienso; que fue un bebé, que tenía una madre y un padre que le querían. Y ahora está ahí, medio muerto en un banco del parque.

La Conversación
de Francis Ford Coppola, 1974