Tengo lo que podría llamarse un sistema de trabajo. Llego a un lugar que no conozco- esto es: cualquier lugar, ya que olvido facilmente y puedo volver a los lugares como si nunca hubiera estado- y delimito un espacio vital más bien reducido. Lo que en realidad busco es un ambiente; el tono en el que se va a desarrollar la historia. A partir de ahí solo dejo entrar en escena a aquellos personajes que guardan una relación muy estrecha con la atmosfera en la que he decidido sumergirme.
Esta manera de fotografiar me lleva siempre de la superficie a capas más profundas de lo que estoy buscando. Una profundidad que no tiene que ver con lo que encuentro, sino con la cantidad de barreras que deja de haber entre nosotros. Puedo dar vueltas a la misma manzana durante horas haciendo fotos. Siempre tengo la sensación de estar en un lugar distinto. Es como si en cada vuelta hubiera cavado un poco más hondo y ya no pisara donde lo hice la vuelta anterior, sino en otra capa distinta de la misma realidad.
La sensación que me queda es la de una espiral. Cuanto más avanzo, más consciente me hago de la distancia que aún me separa del centro, si es que lo hay.