En esta última semana he visto a dos amigos que han viajado buscando el vacío donde encontrarse a si mismos.
Jorquera se fue a China hace mas de un año para estrellarse premeditadamente contra un muro y hacer volar por los aires un mecanismo, una estructura de la que ya no se sentía cómplice.
María está en Francia, casi ya sin certezas, llevando literalmente a escena un dilema vital, una duda entre dos mundos para la que no hay una sola repuesta.
Ambos están flotando en la incertidumbre. No se dan cuenta de todo lo que han avanzado por el solo hecho de tirarse al vacío sin red protectora.
También hace unos días vi a Ana, que ha salido fortalecida de una mala temporada. La vi sólida, cercana. Hablamos de la apuesta, de las obsesiones y las luchas con uno mismo, de los fantasmas que nos persiguen siempre. En definitiva, del salto al vacío. Me aconsejó tirar al mar mi agenda electrónica donde lleno obsesivamente mis dias de maniobras de distracción. Tirarla al mar sin abrirla siquiera. Es cierto que me aliviaria. Pero no me atrevo a hacerlo, todavía necesito la red para mis saltos. O creo que la necesito.
Esta ha sido una semana dura, dificil. Me cuestan mucho los límites; para cuando freno ya he ido demasiado lejos. Tengo mucho que aprender de cosas elementales que ni siquiera se enseñan: se aprenden por imitación.