Cuando tropiezo con algunos de estos esbozos, prematuramente abandonados en el pasado, suelo pensar "pero, ¿por qué no lo terminé?, si no estaba tan mal".
Sin embargo, cada nuevo proyecto recorre invariablemente el proceso que lo lleva de la ilusión al escepticismo y, finalmente, al abandono.
En realidad el resultado suele ser válido, pero me invade una sensación de fracaso que me impide valorarlo.
En un intento de aceptar lo que soy, estoy comenzando a concebir las cosas directamente como bocetos, criaturas que pueden no llegar a desarrollarse, pero que tengan la capacidad de transmitir al menos algo cercano a lo que yo quería contar.
No se donde lo leí, pero me pareció acertado:
Todo en la vida es relativo, aproximado y provisional