lunes, 18 de agosto de 2014

EL REPARTO DEL BOTÍN


En México, el millonario Carlos Slim propone una semana laboral de tres días, trabajando 11 horas diarias y librando 4 días. De este modo, dice, se genera más empleo y se mejora la calidad de vida de los empleados.

En los inicios de la revolución industrial, la clase trabajadora se reveló contra las máquinas por un temor, completamente fundado, a perder sus trabajos. Hoy, dos siglos después la revolución tecnológica lo vuelve a cambiar todo. El trabajo ya nunca será como lo conocíamos.

Los robots y la inteligencia artificial son capaces de hacer mejor que nosotros muchos de los trabajos hasta ahora exclusividad de los humanos. Puesto que de momento somos dueños de esa tecnología (no es autónoma sino que la maneja el humano), debería servir para que nuestra especie disfrute de una vida mejor. Sin embargo, los niveles de explotación laboral y reparto desigual de la riqueza están empeorando a pasos de gigante. Antes de que nos situemos en niveles pre-revolución industrial, es necesario repensar el modelo de organización laboral sobre el que pivota toda nuestra vida, la laboral y la personal. Seamos francos, ya mucha gente trabaja 11 horas diarias por el precio de 4. No tiene ningún sentido ni produce ninguna rentabilidad tener una tasa de paro como la que tenemos. El reparto del trabajo es algo que beneficia a trabajadores y empresarios, el que tiene ingresos puede gastar, por tanto la economía se mueve y el empresario gana. Y no hay que olvidar que el empresario no podría crear riqueza y puestos de trabajo si el trabajador, previamente con su mano de obra, no hubiera hecho posible la creación de empresarios.

Hay unas horas de trabajo determinadas, hagamos un reparto lógico para que todos tengamos un empleo. Eso implicaría también una modificación lógica de la remuneración pero también del coste de la vida.  No se puede rebajar en un 20% las horas de trabajo y los salarios sin rebajar también el precio de la vivienda y los bienes básicos.


Si la tecnología permite la liberación del peso del trabajo, entonces que la tecnología nos libere a todos, y nos permita desarrollarnos en otras áreas de nuestras vidas, no solo como individuos productivos. La riqueza es un botín generado por todos que ha quedado en manos de unos pocos saqueadores. Para corregir esta injusticia podemos empezar con un reparto equitativo del trabajo y de la riqueza que genera.


FOTOGRAFÍA: © Oli Scarff/Getty Images


* Columna publicada cada sábado en  

lunes, 11 de agosto de 2014

AUTODEFINIDOS



Hay una clase de gente que vive en permanente autoafirmación de lo que cree ser, sin un mínimo resquicio para la duda o el cambio. Organizan sus hábitos para que las cosas coincidan con su forma de ver la vida, se juntan con gente que piensa como ellos y conversan para escucharse a sí mismos, incluso para escucharse en las ideas de otro, porque solo atienden a los demás cuando confirman su parecer. Esta categoría de personas se puede encontrar en todo el espectro social, los hay pijos, perroflautas, modernos, rancios, intelectuales, pastilleros, solitarios, exitosos o mendigos. Todos comparten una característica: están convencidos de que La Verdad es la suya y que todo el que no piense como ellos ha venido al mundo para estorbar.

Si leen, lo hacen para constatar que tienen razón y para todo tienen una opinión y una queja. Ellos apenas cambian con los años, solo se radicalizan. Suelen demostrar contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen, ya que viven en una realidad ideal que hace aguas cada vez que entra en contacto con la realidad real, llena de amenazas. Siguen una doctrina, aunque no sean religiosos, un estricto código de conducta que etiqueta todo y a todos. Admiran a sus mitos, pero son reacios a conocer gente nueva, porque de cerca nadie es perfecto, así que se aman a sí mismos por encima de todo, sin darse cuenta de que, al igual que el gran Groucho, nunca pertenecerían a un club que tuviera a alguien como ellos de socio.

Para esta categoría de personas, el mundo virtual ha sido una auténtica bendición, y al mismo tiempo la condena que los sepulta para siempre. Ahora ya ni tienen que salir a la calle y correr el riesgo de toparse con los humanos que les sobran, pueden cribar sus relaciones desde el ordenador y conectar solo con sus clones. Todos uniformados, todos autodefinidos.

Pero la vida afortunadamente es mágica e impredecible, y ahora que todas nuestras contraseñas han sido hackeadas, con suerte un día nos levantaremos y encenderemos el ordenador para descubrir que somos otros, que nos han cambiado la identidad. Y toda esta gente atrapada en la amargura de su dogma tendrá una nueva oportunidad para deshacerse definitivamente de sí mismos.


FOTOGRAFÍA: © George Rose/Getty Images



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viernes, 8 de agosto de 2014

REIR Y LLORAR

He notado que las ucranianas o lloran o ríen, sin término medio

Anton Chéjov. El hombre enfundado

lunes, 4 de agosto de 2014

EL HOMBRE DE NEGRO



Vivir en prisión debe ser algo devastador. No hemos encontrado otro sistema mejor para hacer justicia, hay muchos presos que no solo merecen su condena sino que con toda seguridad volverán a hacer daño el día que salgan. Aún así, vivir en prisión debe ser algo muy cercano a la locura.

En 1968 el cantante country Johnny Cash, que había pasado por la cárcel en siete ocasiones, grabó su mítico disco en directo en la prisión de Folsom donde se incluía su canción Folsom Prison Blues. La idea de que el mundo siga su curso, y esa que podía haber sido tu vida se te escape sin remedio por tus propios errores, es lo que tortura a cualquier preso, y así lo cantaba Cash. Ver a tus hijos desde detrás de unos barrotes es una derrota incomparable, un gran dolor para los padres y para los hijos, y créanme que se de lo que hablo. Johnny cash vestía de negro y en su canción Man in Black nos cuenta que lo hacía por los que sufren, por los pobres y los derrotados que viven sin esperanza, “por los presos que han pagado demasiado por su crimen”. 

A muchos la cárcel les ha hecho encontrar una fuerza que de otro modo no hubieran tenido, hombres como Nelson Mandela o José Mujica aprendieron a ser como han sido con la brutal experiencia carcelaria. En la película “The Flight”, de Robert Zemeckis, el protagonista (Denzel Washington) admite su fracaso y su alcoholismo para redimirse en prisión, “y sin embargo”, confiesa, “nunca me he sentido más libre”.



FOTOGRAFÍA: © Elijah Nouvelage/Reuters


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