Me gustaría hablar brevemente del proyecto The Family
Project y de cómo ha sido el cruce de caminos con el proyecto de la colección
Bokeh.
Creo que vivimos una época de cierta confusión con respecto
a la velocidad y los procesos. Cualquiera que haga fotos con su móvil obtiene
un aspecto estéticamente atractivo y las sube enseguida a las redes sociales y
recibe inmediatamente una valoración (casi siempre positiva) de su creación,
que apenas tiene unos segundos de existencia. Lo mismo ocurre en Twitter, donde
se emiten citas a modo de frases célebres, que también cosechan un aplauso
efímero.
Creo que todo esto tiene que ver con lo social, pero no con
lo creativo, y mucho menos con lo introspectivo.
Yo defiendo que para profundizar en lo que uno quiere contar
se precisa de cierta soledad, de un porcentaje alto de anonimato y de no estar
permanentemente expuesto a la mirada sobre tu trabajo durante el proceso de
construcción. La crítica destructiva y el halago excesivo son enemigos de la
libertad de creación. Una vez que el trabajo esté terminado, ahí si, ya no te
pertenece y debes aceptar todas las opiniones que genere.
The Family Project más que un proyecto es un proceso. Un
proceso en el que llevo algunos años ya, y en el que voy a continuar algún
tiempo más. Es una búsqueda personal a la que decidí darle forma de proyecto
creativo para adquirir la distancia necesaria y para poder después compartirlo
con otros a los que no les interese necesariamente la historia de mi familia,
pero si la manera en que la expongo. Esta historia corre a lo largo del siglo
XX (ése es el segmento de tiempo que yo he elegido), paralelamente a la
Historia, con mayúsculas, ya que muchos de los acontecimientos que se han
vivido en mi familia tienen que ver con momentos claves en la historia
universal, como son las migraciones europeas hacia América a principios del
siglo pasado, la primera guerra mundial, la persecución de judíos tanto en la
Rusia zarista como en la Alemania nazi, las guerrillas latinoamericanas y su
contrapartida en forma de dictaduras militares, la expansión de Estados Unidos
como potencia mundial y finalmente, de nuevo, las migraciones de los americanos
a Europa, entre los que me incluyo, nietos o bisnietos de los que se fueron
hace un siglo.
Para abordar este proyecto decidí contar con dos categorías
de elementos – las fotografías y documentos de archivo y las fotografías y
material audiovisual realizados por mi en la actualidad – y con dos enfoques
distintos – la documentación pura de los acontecimientos tal como fueron y la
evocación libre de otros pasajes o de las lagunas entre los hechos reales -.
El resultado es un relato emotivo de la
realidad, simbólico y fragmentario, donde utilizo las fotografías de archivo en
función de su valor estético y su similitud con la atmósfera que a mi me
interesa fotografiar cuando viajo a los países por donde pasó mi familia. Una
narración a medio camino entre la realidad y la ficción, abierta a múltiples
interpretaciones y con pretensión evocativa y no descriptiva.
Como digo, es un proyecto abierto, que continúa, un intento
por mi parte de hablar de cosas que me interesan. Cosas que aprecio como
propias pero me resultan al mismo tiempo difíciles, como la memoria, la
familia, el amor, la comunicación, la identidad, la soledad y la melancolía.
Creo, retomando el asunto de las redes sociales, que es
importante también poder transmitir el lugar donde uno está, incluso si ese
lugar no es el que uno ha elegido. Al contrario de lo que ocurre en estas
redes, la vida no siempre es un éxito, rara vez lo es. Y yo valoro mucho saber
de los procesos de los demás, no solo de sus triunfos.
Y aquí es donde aparecen Antonio y Carlos con la idea de
Bokeh. Me proponen editar The Family Project y a mi me da miedo, porque no es
un proyecto cerrado. Pero justamente por eso, porque se trata de una colección
en la que caben trabajos de profesores y alumnos, me pareció importante mostrar
el estado actual de un proyecto que sigue su curso.
Y fue curioso cómo, a lo largo de muchas horas de edición
junto a Carlos, la propia naturaleza de este libro nos llevó a renunciar a
imágenes fundamentales del proyecto en beneficio de la fluidez narrativa, de la
coherencia y la claridad de expresión mediante imágenes de por si oscuras y
extrañas. No hay documentos, ni explicaciones, sólo fotos. Queríamos que la
atmósfera fuera guiando a lo largo de toda la narración, que las asociaciones
de imágenes no estuvieran cerradas a un solo significado.
Leí este fin de semana un artículo de Muñoz Molina en el que
decía que “afirmarse negando parece ser el signo de los tiempos, pero es
posible que al negar al otro uno se esté despojando de una parte crucial de si
mismo”. Quizá sea un buen momento ahora para tratar de averiguar lo que uno es
sin necesidad de estar a la defensiva. Así que este es el lugar donde ahora
estoy, en parte, trabajando con el pasado para vivir mejor en el presente.